viernes, 16 de mayo de 2014

Trip


Bahía

Esta vez llegué al corazón de Bahía: Salvador.
Fue el primer lugar de Brasil donde me sentí “diferente”. Diferente de cómo me sentí en el resto de los lugares. Me sentí realmente como una extranjera.
La sensación que tuve fue de extrañeza. La ciudad no envuelve al visitante con un abrazo acogedor ni de alegría. Tampoco, se percibe en su gente, una sonrisa constante. Más bien es lo contrario. La inseguridad no es una sensación, parece ser un hecho. Con toda la gente con la que hablé, la escuché decir que es peligroso. Es muy pobre, es inseguro. Así todo, me gustó haberla conocido, aunque sólo haya sido en parte.

Día 1: Llegada a Salvador. Aterrizamos en el aeropuerto de Salvador y un señor de baja estatura, con un cartel que tenía escritos nuestros nombres, nos espera. Nos acompaña a subir a un taxi. Este nos lleva a la Hospedaria do Tamboleiro, donde nos quedamos durante nuestra cortísima estadía en Salvador. Aquí nos recibe una chica que con trato respetuoso, aunque no muy acogedor, nos muestra nuestra habitación y nos pregunta a qué hora vamos a querer al día siguiente nuestro desayuno, que será servido en nuestro cuarto. Hago un paréntesis: la hospedaría la recomiendo, pero debe tenerse en cuenta que los cuartos están desde un primer piso hasta un 3ro. y no hay ascensor. Sigo. En realidad no es un simple cuarto con baño privado, sino un pequeño departamento. Tiene un living comedor, dos habitaciones, una con cama matrimonial y la otra con dos camas simples, una cocina pequeña y un baño.
Producto del cansancio, apenas hacemos una vista general y nos acostamos.

Día 2: Diez minutos después de que sonó el despertador, Rosiclea, otra de las empleadas de la hospedaría nos golpea la puerta y nos trae el desayuno, que aquí se llama café da manhã. Está bien, es un poco modesto comparado con otros que se suelen servir en otros lugares de Brasil que visité.
Después de desayunar y de esperar que afloje un poco una tormenta tropical, salimos a conocer el Pelourinho. La idea es visitar el museo Jorge Amado, la iglesia San Francisco, luego tomar el elevador Lacerda hacia la ciudad baja y visitar el Mercado modelo. Este objetivo quedó cumplido. Hablemos un poco de cada uno de estos lugares.
Museo Jorge Amado
Cumplió mis expectativas. Para los conocedores de este escritor y lectores de sus obras, o al menos de las famosas, no defrauda. Se encuentran aquí ediciones en decenas de idiomas de Gabriela, clavo y canela. También afiches de otras tantas versiones de Doña Flor y sus dos maridos.
El lugar tiene un café y también una tienda (gift shop) donde se pueden adquirir “detalles” referidos al escritor o a sus obras, o al museo.
Iglesia San Francisco.
Emblemática construcción de arte barroco, valió la pena visitarla. Realmente. La verdad es que me impresionó muchísimo. No soy católica, así que mi interés era solamente turístico. Sin embargo, me resultó imposible escapar a una sensación más espiritual que de inmediato me agarró cuando entré a este lugar. Tiene una magnificencia que impresiona. Tampoco el estilo barroco es de mi preferencia. Pero de todos modos, impacta.

Pelourinho: Era casi como imaginaba. Pintoresco, con casas coloniales pintadas de colores, lleno de turistas. Un poco me hizo acordar a La Habana cuando la visité hace ya 20 años. Creo que en el sentido que parece haberse quedado en el tiempo. En partes reciclado, en otras, aún deteriorado. Muy pobre, pero que sin dudas uno no quiere dejar de conocerlo, aunque más no sea recorrer en 10 minutos su calle principal y sacarse una foto con las casitas coloniales de colores de fondo. Se parece bastante a una escenografía con la uno se quiere retratar, así como en Río el Cristo redentor.

Elevador Lacerda.
Se trata de auténtico elevador que une la parte alta de la ciudad con la parte baja. Entran aproximadamente unas 25 personas por viaje, cuesta muy barato, y obviamente hace mucho calor ahí dentro. Por suerte el viaje es muy corto. Es como tomar un ascensor cualquiera unos ocho o nueve pisos.

Mercado Modelo
No era lo que me esperaba. Es un mercado de artesanías, como otros que hay en Brasil y ya. Tiene una terraza donde se pueden comer típicos platos bahianos, servidos por bahianas vestidas con los trajes típicos. No creo que uno se pierda nada valioso si no lo visita. Aunque si tomamos el elevador, sólo para sacarnos el gusto, podemos hacer el esfuerzo de cruzar la calle, entrar (es gratis), echar un vistazo y seguir tour.

Las playas
Día 3: viaje a Boipeba
Un día nos llevó (es como mucho) ir desde Salvador a Boipeba.
Pero valió totalmente la pena. Cómo llegar a esta isla, lo van a encontrar en varios blogs de viaje. Igual lo comento: desde  Salvador, tomar el ferry boat hasta Bom Despacho (aproximadamente 1 hs.), una vez ahí tomar el micro a Valença (los micros salen una vez que llegan los ferrys, aproximadamente 2 hs.) y en Valença tomar la lancha rápida a Boipeba (otra hora). NO es aconsejable tomar el barco, en absoluto. Demora 3 hs.
No sé si debió a que no fuimos en temporada alta, o qué, pero las lanchas a  la isla no salían con buena frecuencia. Tuvimos que esperar 3 horas y media en el puerto de Valença.  Es para tener en cuenta. Otro punto a considerar es el siguiente: no es recomendable para nada llevar demasiado equipaje, ni muy pesado, ni que sea muy incómodo de transportar. Uno mismo lo tiene que cargar y descargar en el ferry, lo mismo en las lanchas y a esto se agrega que son lanchas chicas, casi botes con motor.  No hay lugar para grandes equipajes.
Sigo. Después de, entonces, un ferry más un micro, más caminar algunas cuadras (los micros no dejan en el puerto, hay que caminar unas cuadras o tomar un taxi hasta aquel en la rodoviaria de Valença), una espera considerable y finalmente una lancha, llegamos a la isla. No fue para la hora de la playa, pero sí para el descanso y el relax.
Una vez en Boipeba, queda atrás el bullicio, las alertas, y la muchedumbre de Salvador y uno se siente un verdadero veraneante.
Así fue tal cual, dejamos las cosas en la posada, nos cambiamos y salimos a caminar bajo un cielo nocturno por la villa, y a disfrutar de una cerveza bien helada.

Día 4: La playa verdaderamente dicha.
Fue el primer día del viaje que pisamos la playa.
Boipeba es una villa pequeña con una playa extensa, que en realidad son una sucesión de playas, tienen distintos nombres, ahora no los recuerdo todos, pero sí el de la que más me gustó que fue Boca da Barra.
También me gustaron mucho las piscinas naturales de Moreré.
Los días 5 y 6 fueron de descanso en estas playas.

Día 7: Barra grande
Este viaje ya fue muchísimo más sencillo. Desde Boipeba se toma una lancha rápida a Valença, (salen en varios horarios y hay más de una empresa), y en el puerto de Valença , un taxi a la rodoviaria, que es cómo se le dice a la terminal de ómnibus) y desde ahí un micro (en nuestro caso fue una van) a Camamu y ahí otra lancha rápida a Barra grande (media hora).
Esta villa peninsular, es también pequeña y más atractiva si se quiere que Boipeba. Es más verde, la villa en sí, se parece más a un gran jardín, hay más lugares para comer, más variados, algunos negocios, un feria artesanal, un boulevar, y por supuesto, playas divinas.
Aquí pasamos 5 días. Una playa para destacar: Taipu de Fora.

Día 12: Itacaré
Las dificultades se fueron disipando y llegar hasta aquí desde Barra grande, resultó muy sencillo y muy cómodo. Desde Barra, lancha rápida hasta Camamu (tan sólo media hora), y desde aquí, aproximadamente tres cuadras del puerto, micro a Itacaré, esta vez, una hora nada más. Desde la rodoviaria de Itacaré, taxi hasta la posada.
Aquí ya se no se trata de pequeñas villas, sino de un pueblo, con una zona más turística, en la que hay una calle “principal” con muchos negocios, muchos lugares para comer, barras en la calle para degustar caipis de variadas frutas,  agencias de turismo donde contratar paseos y excursiones, locales donde poder contratar clases de surf, y al final del esta rua, llamada Pituba, una feria artesanal.
Tiene playas más urbanas y playas que están más alejadas, pero que resultan imperdibles. Una a la que se puede llegar caminando, y que es la que a mí más me gustó, es Prainha. Para mí una de las playas más lindas de Brasil.
Aquí las fotos,


Vista del Pelo desde la ventana de la hospedaria

Idem












Pelourinho

Iglesia San Francisco 
















Elevador Lacerda




Boipeba


Cena gourmet en Boipeba. Pesca blanca con salsa de maracuyá. El restó es de un matrimonio suizo brasilero.


Playa en Boipeba


Frutas típicas: papaya y melancia o sandia


Barra grande






Ensalada de frutas y hojas verdes


Amigo


Restó italiano en Barra Grande, Sapori d' Italia


María Farinha






Itacaré













Amiguitos de la posada


Rua Pituba en Itacaré




Playa Itapuá en Salvador

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