Trip
Bahía
Esta vez
llegué al corazón de Bahía: Salvador.
Fue el primer
lugar de Brasil donde me sentí “diferente”. Diferente de cómo me sentí en el
resto de los lugares. Me sentí realmente como una extranjera.
La sensación
que tuve fue de extrañeza. La ciudad no envuelve al visitante con un abrazo
acogedor ni de alegría. Tampoco, se percibe en su gente, una sonrisa constante.
Más bien es lo contrario. La inseguridad no es una sensación, parece ser un
hecho. Con toda la gente con la que hablé, la escuché decir que es peligroso.
Es muy pobre, es inseguro. Así todo, me gustó haberla conocido, aunque sólo haya
sido en parte.
Día 1:
Llegada a Salvador. Aterrizamos en el aeropuerto de Salvador y un señor de baja
estatura, con un cartel que tenía escritos nuestros nombres, nos espera. Nos
acompaña a subir a un taxi. Este nos lleva a la Hospedaria do Tamboleiro, donde
nos quedamos durante nuestra cortísima estadía en Salvador. Aquí nos recibe una
chica que con trato respetuoso, aunque no muy acogedor, nos muestra nuestra
habitación y nos pregunta a qué hora vamos a querer al día siguiente nuestro
desayuno, que será servido en nuestro cuarto. Hago un paréntesis: la hospedaría
la recomiendo, pero debe tenerse en cuenta que los cuartos están desde un
primer piso hasta un 3ro. y no hay ascensor. Sigo. En realidad no es un simple
cuarto con baño privado, sino un pequeño departamento. Tiene un living comedor,
dos habitaciones, una con cama matrimonial y la otra con dos camas simples, una
cocina pequeña y un baño.
Producto del
cansancio, apenas hacemos una vista general y nos acostamos.
Día 2: Diez
minutos después de que sonó el despertador, Rosiclea, otra de las empleadas de
la hospedaría nos golpea la puerta y nos trae el desayuno, que aquí se llama
café da manhã. Está bien, es un poco modesto comparado con otros que se suelen
servir en otros lugares de Brasil que visité.
Después de
desayunar y de esperar que afloje un poco una tormenta tropical, salimos a
conocer el Pelourinho. La idea es visitar el museo Jorge Amado, la iglesia San
Francisco, luego tomar el elevador Lacerda hacia la ciudad baja y visitar el
Mercado modelo. Este objetivo quedó cumplido. Hablemos un poco de cada uno de
estos lugares.
Museo Jorge
Amado
Cumplió mis
expectativas. Para los conocedores de este escritor y lectores de sus obras, o
al menos de las famosas, no defrauda. Se encuentran aquí ediciones en decenas
de idiomas de Gabriela, clavo y canela. También afiches de otras tantas
versiones de Doña Flor y sus dos maridos.
El lugar
tiene un café y también una tienda (gift shop) donde se pueden adquirir
“detalles” referidos al escritor o a sus obras, o al museo.
Iglesia San
Francisco.
Emblemática
construcción de arte barroco, valió la pena visitarla. Realmente. La verdad es
que me impresionó muchísimo. No soy católica, así que mi interés era solamente
turístico. Sin embargo, me resultó imposible escapar a una sensación más
espiritual que de inmediato me agarró cuando entré a este lugar. Tiene una
magnificencia que impresiona. Tampoco el estilo barroco es de mi preferencia.
Pero de todos modos, impacta.
Pelourinho:
Era casi como imaginaba. Pintoresco, con casas coloniales pintadas de colores,
lleno de turistas. Un poco me hizo acordar a La Habana cuando la visité hace ya
20 años. Creo que en el sentido que parece haberse quedado en el tiempo. En
partes reciclado, en otras, aún deteriorado. Muy pobre, pero que sin dudas uno
no quiere dejar de conocerlo, aunque más no sea recorrer en 10 minutos su calle
principal y sacarse una foto con las casitas coloniales de colores de fondo. Se
parece bastante a una escenografía con la uno se quiere retratar, así como en
Río el Cristo redentor.
Elevador
Lacerda.
Se trata de
auténtico elevador que une la parte alta de la ciudad con la parte baja. Entran
aproximadamente unas 25 personas por viaje, cuesta muy barato, y obviamente
hace mucho calor ahí dentro. Por suerte el viaje es muy corto. Es como tomar un
ascensor cualquiera unos ocho o nueve pisos.
Mercado
Modelo
No era lo que
me esperaba. Es un mercado de artesanías, como otros que hay en Brasil y ya.
Tiene una terraza donde se pueden comer típicos platos bahianos, servidos por
bahianas vestidas con los trajes típicos. No creo que uno se pierda nada
valioso si no lo visita. Aunque si tomamos el elevador, sólo para sacarnos el
gusto, podemos hacer el esfuerzo de cruzar la calle, entrar (es gratis), echar
un vistazo y seguir tour.
Las playas
Día 3: viaje
a Boipeba
Un día nos
llevó (es como mucho) ir desde Salvador a Boipeba.
Pero valió
totalmente la pena. Cómo llegar a esta isla, lo van a encontrar en varios blogs
de viaje. Igual lo comento: desde
Salvador, tomar el ferry boat hasta Bom Despacho (aproximadamente 1
hs.), una vez ahí tomar el micro a Valença
(los micros salen una vez que llegan los ferrys, aproximadamente 2 hs.) y en Valença tomar la lancha rápida a Boipeba (otra hora). NO es aconsejable
tomar el barco, en absoluto. Demora 3 hs.
No sé si
debió a que no fuimos en temporada alta, o qué, pero las lanchas a la isla no salían con buena frecuencia.
Tuvimos que esperar 3 horas y media en el puerto de Valença. Es para tener en
cuenta. Otro punto a considerar es el siguiente: no es recomendable para nada
llevar demasiado equipaje, ni muy pesado, ni que sea muy incómodo de
transportar. Uno mismo lo tiene que cargar y descargar en el ferry, lo mismo en
las lanchas y a esto se agrega que son lanchas chicas, casi botes con
motor. No hay lugar para grandes
equipajes.
Sigo. Después
de, entonces, un ferry más un micro, más caminar algunas cuadras (los micros no
dejan en el puerto, hay que caminar unas cuadras o tomar un taxi hasta aquel en
la rodoviaria de Valença), una espera
considerable y finalmente una lancha, llegamos a la isla. No fue para la hora
de la playa, pero sí para el descanso y el relax.
Una vez en
Boipeba, queda atrás el bullicio, las alertas, y la muchedumbre de Salvador y
uno se siente un verdadero veraneante.
Así fue tal
cual, dejamos las cosas en la posada, nos cambiamos y salimos a caminar bajo un
cielo nocturno por la villa, y a disfrutar de una cerveza bien helada.
Día 4: La
playa verdaderamente dicha.
Fue el primer
día del viaje que pisamos la playa.
Boipeba es
una villa pequeña con una playa extensa, que en realidad son una sucesión de
playas, tienen distintos nombres, ahora no los recuerdo todos, pero sí el de la
que más me gustó que fue Boca da Barra.
También me
gustaron mucho las piscinas naturales de Moreré.
Los días 5 y
6 fueron de descanso en estas playas.
Día 7: Barra
grande
Este viaje ya
fue muchísimo más sencillo. Desde Boipeba se toma una lancha rápida a Valença, (salen en varios horarios y hay más de
una empresa), y en el puerto de Valença ,
un taxi a la rodoviaria, que es cómo se le dice a la terminal de ómnibus) y
desde ahí un micro (en nuestro caso fue una van) a Camamu y ahí otra lancha
rápida a Barra grande (media hora).
Esta villa
peninsular, es también pequeña y más atractiva si se quiere que Boipeba. Es más
verde, la villa en sí, se parece más a un gran jardín, hay más lugares para
comer, más variados, algunos negocios, un feria artesanal, un boulevar, y por
supuesto, playas divinas.
Aquí pasamos
5 días. Una playa para destacar: Taipu de Fora.
Día 12: Itacaré
Las
dificultades se fueron disipando y llegar hasta aquí desde Barra grande,
resultó muy sencillo y muy cómodo. Desde Barra, lancha rápida hasta Camamu (tan
sólo media hora), y desde aquí, aproximadamente tres cuadras del puerto, micro
a Itacaré, esta vez, una hora nada más. Desde la rodoviaria de Itacaré, taxi hasta
la posada.
Aquí ya se no
se trata de pequeñas villas, sino de un pueblo, con una zona más turística, en
la que hay una calle “principal” con muchos negocios, muchos lugares para
comer, barras en la calle para degustar caipis de variadas frutas, agencias de turismo donde contratar paseos y
excursiones, locales donde poder contratar clases de surf, y al final del esta
rua, llamada Pituba, una feria artesanal.
Tiene playas
más urbanas y playas que están más alejadas, pero que resultan imperdibles. Una
a la que se puede llegar caminando, y que es la que a mí más me gustó, es Prainha.
Para mí una de las playas más lindas de Brasil.
Aquí las fotos,
Vista del Pelo desde la ventana de la hospedaria |
Idem |
Pelourinho |
Iglesia San Francisco |
Elevador Lacerda |
Boipeba |
Cena gourmet en Boipeba. Pesca blanca con salsa de maracuyá. El restó es de un matrimonio suizo brasilero. |
Playa en Boipeba |
Frutas típicas: papaya y melancia o sandia |
Barra grande |
Ensalada de frutas y hojas verdes |
Amigo |
Restó italiano en Barra Grande, Sapori d' Italia |
María Farinha |
Itacaré |
Amiguitos de la posada |
Rua Pituba en Itacaré |
Playa Itapuá en Salvador |